Capítulo 5
Un hombre sube a su coche con una sensación que sucede pocas veces en la vida: acaba de presenciar un hecho histórico. Arranca, enciende la radio y escucha que un alto dirigente del Gobierno asevera: “La rápida intervención de las autoridades españolas, alejando el barco de las costas, hace que no temamos una catástrofe ecológica''. El hombre sonríe. “Ni prevemos grandes problemas en las aguas españolas ni para los recursos pesqueros”, afirma el político. Es 16 de noviembre de 2002. El hombre al que le asomaba una media sonrisa era el fotoperiodista gallego Miguel Riopa.
Va camino de Malpica de Bergantiños para enviar las imágenes de un ave manchada de petróleo que ha captado con su cámara en la Playa de Niñóns (Ponteceso, A Coruña). “Fue la primera imagen que se hizo de un ave, en la costa, afectada por el Prestige”, rememora veinte años después Riopa, que asegura que en el momento que escuchaba por la radio las explicaciones gubernamentales pensó para él: “Vaya sorpresa vais a tener, porque mañana os vais a encontrar en los periódicos una foto que va a demostrar que eso no es cierto”. La imagen del ave cubierta de petróleo fue portada no solo de medios de comunicación españoles, sino también de internacionales como The Washington Post o The New York Times.
El fotoperiodista Miguel Riopa posa con una de sus icónicas imágenes en el
mismo lugar en donde la tomó hace 20 años en Niñóns, Ponteceso.
“El mayor error que cometieron fue autoengañarse, no afrontar la realidad”, explica el politólogo y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, Antón Losada. “Desde el minuto uno, la estrategia de comunicación y gestión fue ponerse siempre en el mejor escenario posible”, argumenta Losada, que, como docente de una asignatura sobre Gestión de crisis, apunta a que en la del Prestige “había un montón de gente dispuesta a autoengañarse”.
Antón Losada emplea una metáfora para explicar la estrategia del PP a la hora de informar sobre la catástrofe del Prestige.
Vista del restaurante Nuevo Prestige en Fisterra.
En otra parte, con el mismo horizonte cronológico en la mente, el escritor y periodista Manuel Rivas resume así las decisiones por parte de los ejecutivos gallego y estatal: "Primero hubo un estado de estupor. Es evidente que esta gente [el Gobierno] tenía que tener información”. Sobre la pista de la información estaba la periodista, en aquel entonces de La Opinión de A Coruña, Paola Obelleiro, que, tras volver de un viaje de trabajo a Bruselas, se volcó de lleno con lo que al principio era “un barco en apuros”. Pero había muchas veces barcos en apuros, señala.
Los mensajes institucionales reiteraban que estaba todo controlado hasta el “famoso comunicado de las 22.30 del 13 de noviembre”. Obelleiro recuerda el documento remitido por la Delegación de Gobierno: “Decían que [el Prestige] se había accidentado, que estaba remolcado fuera, que había una mancha de crudo y que estaba sin determinar. Cuando leímos ese comunicado, nos dimos cuenta de que era todo mentira”, concluye.
Por el corredor de Fisterra pasan cada año, según Greenpeace Galicia, 40.000 barcos.
El relato político y mediático tampoco pasó desapercibido para Viki Rivadulla, que define aquello como un impacto: “La primera hostia fuerte fue estar viendo una realidad desde mi ventana y estar escuchando en las noticias una realidad completamente distinta. Entonces ahí dije, ¿qué está pasando?”. Rivadulla, activista cultural y vecina de Muxía, reconoce dos décadas después que aquella dicotomía le empezó “a doler y a picar”.
El fotoperiodista Riopa se organizó con sus colegas de profesión y se repartieron geográficamente el litoral gallego ante la falta de información: “Había un problema muy grande, que eran las dificultades que ponían las autoridades para dar algún tipo de información de las zonas donde estaba llegando el chapapote”, asegura.
Juan Agustín Traba (66), marinero de Fisterra que sufrió 3 naufragios.
Obelleiro compara informar en aquellos tiempos con hacerlo como en una guerra: “Hicimos un equipo de cuatro personas. Una se dedicaba a la versión del Gobierno. Todos los días había que mirar dónde estaban las manchas, dónde estaba el barco, qué decía el Gobierno, qué decía Bruselas, qué decía la Xunta, qué decía la gente…”. Coge aire y sigue: “La falta de medios fue otra tremendísima catástrofe porque no se puede llamar de otra manera. España no tenía nada, y no sería en Galicia por falta de petroleros que explotan. No había nada”. La periodista explica que su metodología de trabajo, ante la carencia de información proporcionada desde las instituciones españolas, pasaba por acudir “al Instituto Hidrográfico Portugués y al Cedre francés, un centro especializado en vertidos contaminantes de hidrocarburos”.
La periodista explica cómo la información que trasladaba el Gobierno era muy distinta a la que llegaba desde Francia o Portugal.
Desde el primer momento, el relato fue clave para cada una de las partes implicadas en la catástrofe. Para Antón Losada, “había tres relatos compitiendo, aunque realmente eran compatibles”. El primero, aduce Losada, fue el que activaron Gobierno y Xunta de Galicia: “Estos accidentes pasan. Primero, minimizamos el accidente, luego nos hacemos cargo de los daños”. Un relato que tiene como desenlace: “Hemos aprendido y vamos a pagar las molestias”. El segundo, promovido desde una perspectiva ecologista y medioambiental, apelaba a que las consecuencias del Prestige no solo se circunscribían a la “seguridad marítima, sino al riesgo permanente que esto va a suponer para nuestras costas”. En esta estrategia discursiva, prosigue Losada, “el Prestige deja de presentarse como un accidente aislado y se presenta como uno más de una larga serie de accidentes marítimos que acabaron convertidos en desastres medioambientales, precisamente por centrarse exclusivamente en la dimensión del accidente marítimo”.
Una percebeira muestra un puñado de percebes tras su recogida en Corme, Ponteceso.
El tercer relato, del que Losada admite haber participado activamente, fue el más político y se cimentaba alrededor de “hasta qué punto Galicia necesitaba otro encaje dentro del conjunto del Estado”. Para el profesor de Ciencias Políticas, el Partido Popular “pierde la batalla por no asumir el segundo y el tercer relato e intentar concentrarlo todo en el primero”. Una derrota que se trasladó al escenario electoral. A nivel municipal, tras las elecciones de 2003, Partido Socialista de Galicia y Bloque Nacionalista Galego se hicieron con la Diputación de A Coruña, la provincia más afectada por la marea negra.
El bastón de mando también cambió de manos en varias localidades de mediano tamaño, en las que, en algún caso, el Partido Popular gobernaba desde 1979. En el conjunto de Galicia los populares cayeron casi un 4% en el número de votos, mientras que, a nivel nacional, el PP repitió prácticamente sus resultados de 1999. En Muxía, las tornas cambiaron en 2007 y, desde entonces, se han sucedido corporaciones de signo socialista. A nivel autonómico, las consecuencias políticas del Prestige llegaron en 2005: tras cuatro legislaturas de Manuel Fraga, PSOE y BNG conformaron una coalición que puso fin a la trayectoria política del fundador del PP y antiguo ministro de Información y Turismo durante la dictadura franquista.
Vista aérea del mar en la costa de Muxía.
En medio de esos relatos, Manuel Rivas, una de las personas elegidas por la plataforma Nunca Máis para exteriorizar el descontento ciudadano, considera hoy que su papel entonces no era el de ser contrincante del poder, sino el de “vamos a abrir la ventana y vamos a ver qué pasa”. Y añade: “Se estaba librando otra batalla, había que insistir mucho en las soluciones, no se puede repetir en el futuro y, además, contar la realidad”. En este punto, se cuela en la conversación el fenómeno del negacionismo que, según Rivas, ya existía en 2002: “No es lo mismo ser negacionista del cambio climático que serlo de algo que sales, abres la puerta y ves la mierda allí...y te dicen que no hay mierda", confiesa, mientras dibuja en el aire la figura de un negacionista echando humo por las orejas tras negar la realidad.
La desinformación y mentiras de Gobierno y medios afines encontró, pese a las presiones, una respuesta periodística para contar lo que ocurría en 2002.
Mapas descoloridos de A Costa da Morte en el interior de un bar de Muxía.
El escritor Manuel Rivas reflexiona ahora sobre el papel de las palabras en tiempos de Prestige: “Era interesante cómo se iban produciendo los mecanismos de intento de intoxicación de las palabras, del lenguaje. Una lucha por el control de las mentes también. Y por la apropiación del sentido de las palabras". A su mente llegan términos como fuel, que define rápidamente como una palabra fina para hacer referencia a “la peor mierda”. De aquella “escoria” recuerda el movimiento sobre el agua como “sigiloso” y, a la vez, “como un gran monstruo desplazándose”.
Por su parte, en las informaciones de Paola Obelleiro había una “rebelión personal” contra el uso de términos como ‘vertido’: “Me negaba a utilizar la terminología que empleaba el Gobierno. Vertido no, esto es marea negra". La periodista tampoco empleaba ‘manchas’, al remitirle a algo que no describía la magnitud de chapapote que asolaba las costas gallegas: “A esas enormidades había que llamarlas plataformas de fuel". A diferencia de Rivas, la periodista sí empleó ‘fuel’, ya que “era un derivado del petróleo”. Para zanjar el tema, Paola Obelleiro siempre descartó ‘hidrocarburo’ y optó por ‘crudo’.
Viki Rivadulla saluda a su primo, camarero del bar donde nos citamos, se sienta y, tras apurar el café, estira la goma que pertrecha su archivo particular en el que sobresalen fotografías y recortes de periódicos que, por la humedad, van cobrando ese amarillo que delata el paso del tiempo. Mientras repasa titulares, reportajes e imágenes, concede que la época del Prestige le dejó, por un lado, “una impotencia, una rabia tremenda y una tristeza” que vincula a la necesidad de defender la dignidad de Muxía. Sus palabras conducen directamente a la zona cero del Prestige, al menos en términos políticos y mediáticos, en la que se convirtió su pueblo: “Fue un lugar con el que se jugó tremendamente, en el que se hizo un experimento brutal con la gente. Esa tristeza por todas las mentiras que vivimos”, concluye con pesar. Por otro lado, evoca ese 2002 como “uno de los momentos más emocionantes de Galicia, diría que del Estado, de los últimos tiempos”.
Antiguos recortes de prensa del año 2002, cuando sucedió la catástrofe del Prestige.
Rivadulla, como integrante activa de Nunca Máis, considera que lo que se vivió fue un movimiento de dignidad, ejemplo para otros movimientos que vinieron después: “Vivir aquello fue irrepetible, dijimos que estábamos hartos de escuchar que somos un pueblo que vive arrodillado. Que carallo! Cuando nos tenemos que levantar, nos levantamos y gritamos fuerte". Rivas, en otro plano temporal, recurre al poema Sombra do aire na herba, del lucense Luís Pimentel, para describir aquel “periodo de excitación colectiva”: Non te decatas de que se moveu o silencio? ¿No te das cuenta de que se movió el silencio?
Procesión en honor a la virgen de Fátima en O Pindo, Carnota.
El escritor retoma el texto que leyó en la manifestación de la Plataforma Nunca Máis en Madrid el 23 de febrero de 2003.
La defensa de la dignidad de su pueblo, Muxía, mencionada en varias ocasiones por Viki Rivadulla, se debe también a que para la activista fue el lugar donde nació Nunca Máis: “La primera movilización gorda e impactante para ellos [el PP] fue cuando llegó Arias Cañete. Venían convencidos de que tenían a todo el mundo en el bote”. La atmósfera que recibió el 26 de noviembre de 2002 al entonces ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación fue la de un municipio en el que parte de su ciudadanía portaba pancartas contra la gestión del Ejecutivo liderado por José María Aznar. Una parte del pueblo, porque la otra –matiza Rivadulla– tenía miedo ante la advertencia del regidor de Muxía, el popular Alberto Blanco: “Estaba en una esquina diciendo, ‘el que coja pancarta, no va a cobrar’. Y la gente tenía miedo porque aquí el día que no se va a la mar, no se come", explica la activista cultural.
Rivadulla sostiene convencida que el Partido Popular pensó: “Esto hay que neutralizarlo ya, porque si esto prende…Y ahí decidieron volcarse en Muxía, fue una obsesión”. La obsesión responde, en palabras de Viki Rivadulla, a la visita del rey, a la escultura de A Ferida, “que costó mucho dinero”, y a invertir en la “demonización” de Nunca Máis tildándolos de “cuatro locos que, por ellos, [los marineros] vais a perder las ayudas; son unos batasunos”, enumera. El camino de Rivadulla hasta hoy refleja una determinación que, como argumenta, no ha cedido ante presiones, amenazas o señalamientos tras el Prestige, y que condensa en una frase: “Si tú crees en una cosa, a mí eso no me importa en absoluto”.
La ciudadanía llenó las calles de Galicia y España para pedir que una catástrofe como la del Prestige no se volviera a repetir.
Efecto Potemkin. Con dos palabras comenzó su explicación Rivas con el runrún que detectaba en una cola de la Feria del Libro, ante el resultado de las elecciones municipales de 2003. “Yo escuchaba cosas como ‘pero mira en Muxía, para eso nos manifestamos… Después de todo lo que pasó y ganó la derecha… Porque manda carallo…". Entonces, el escritor interrumpió la firma de libros y dijo en alto: “Voy a hablar de Muxía”. En ese momento, expuso las razones sobre la mayoría absoluta lograda por el Partido Popular en la localidad: “Les conté la historia de lo que llaman el efecto Potemkin; se elige una localidad y se vuelca el aparato mediático y político para convertirlo en un paradigma de las buenas prácticas gubernamentales”.
El escritor Manuel Rivas en la playa de As Lapas en A Coruña.
Concluyó su análisis, relata Rivas, con una petición: "No me cojáis el escaparate que os pone el poder". Y citó como ejemplo la portada de ABC. "En primera página, que no sabían ni dónde estaba el pueblo, ponía: ‘En Muxía ganó el PP’. ¡En primera página!", repite divertido el escritor poniendo punto final a la recreación de la anécdota
Mientras salimos en busca del mar, Rivadulla reconoce que, pese a lo negativo, lo que pasó hace veinte años fue una “lección de vida”. Recuerda el papel de las mujeres de Muxía que se organizaron para “buscar comida y cocinarla para voluntarios, gente del pueblo y hasta para el Ejército”. Reitera que “la gente del mar siempre estuvo ahí, de una forma o de otra”.
Ella se aleja mientras el viento silba su historia y las olas del mar marcan su ritmo. Puede que suene como el mismo viento y las mismas olas que escuchó Miguel Riopa antes de captar el ave petroleada que demostró que el Prestige era algo más que otro barco a la deriva.
La activista revisa el texto escrito un año después de la catástrofe en el que exponía las consecuencias del Prestige en Muxía.
Vista nocturna del faro de Fisterra.